Alcira Susana Argumedo nació en Rosario, Provincia de Santa Fe, un 7 de mayo de 1940, en el seno de una familia de clase media acomodada. Su padre era médico pediatra y su madre, una mujer separada con tres hijas de su primer matrimonio, ama de casa. Su infancia transcurrió en las afueras de Rosario, en Fisherton, marcada por los caballos y los veleros. Alcira disfrutaba de los deportes: realizaba voley, atletismo, pelota de cesto. Y a partir de los 12 años, se destacó como nadadora de competencia. Fue campeona, batió récords provinciales en estilo crawl y pecho, en el mismo equipo que integraba el humorista Roberto «El Negro» Fontanarrosa.
Fue su participación como parte del equipo de natación argentino lo que la trajo por primera vez a Buenos Aires. En Rosario no funcionaba la única pileta climatizada existente y tuvieron que trasladarse para entrenar para los juegos panamericanos que estaban próximos. Para entonces, Alcira había terminado el secundario y se inscribió en 1959 en la Facultad de Filosofía y Letras. Aunque inicialmente pensaba estudiar Psicología, se decidió luego por Sociología. En su primer día en la facultad, conoció a Susana Checa, con quien mantendrá una amistad entrañable a lo largo de toda su vida.
Dentro de la carrera de sociología, Alcira y otros/as estudiantes comienzan a tener una mirada crítica sobre algunas de las perspectivas teóricas y metodológicas que dominaban los contenidos curriculares. En 1962, Alcira participó en la huelga a la cátedra de metodología a cargo de Regina “Perla” Gibaja, junto a Daniel Hopen, Susana Checa y muchos otros estudiantes. En la protesta, se proclamaron “contra el empirismo abstracto” (concepto inspirado en la obra La imaginación sociológica del sociólogo norteamericano W. Mills, que había sido recientemente publicada) que para ellos/as se encarnaba en las perspectivas y epistemologías que reinaban en la carrera de sociología. En ese mismo año, en un encuentro de sociología latinoamericano en el que también participan Gino Germani y Torcuato Di Tella, conocen al sociólogo colombiano Camilo Torres, una figura influyente para su generación, que buscaba una mirada crítica sobre qué era y qué tenía que ser la sociología. Un grupo de estudiantes, entre los que se encontraba Alcira, mantenían reuniones de lectura sobre autores y textos que no eran parte de la currícula. Los días sábados Marcos Szlachter (quien moriría en 1964 en la guerrilla del Ejército Guerrillero del Pueblo, en Orán, Salta) coordinaba la lectura sobre El Capital de Karl Marx.
Eran los años de la Revolución Cubana y la política había llegado con fuerza a la vida universitaria, cuando muchos/as estudiantes comienzan un acercamiento al peronismo. En el caso de Alcira, este acercamiento se vincula con su militancia en el barrio Kolynos (Berazategui, Buenos Aires), que considera su otro gran ámbito de formación.
A comienzos de los años 60, Alcira conoció al entonces estudiante de filosofía Gunnar Olsson, quien se convirtió en su marido y padre de sus hijos. Alcira provenía de una familia antiperonista, mientras que Gunnar se había criado próximo a la familia de Scalabrini Ortiz, a quienes Alcira considerará su familia política y una influencia en su formación política.
A partir de 1962, Alcira comenzó a trabajar como recepcionista en la Facultad de Ciencias Exactas – dice que motivada por “una cuestión de principios” y no por la necesidad económica. Se desempeñó en sus años de estudiante como auxiliar docente en Introducción a la sociología, hasta que obtuvo su licenciatura en Sociología en 1965, convirtiéndose en la graduada número 28 de la carrera. Se incorporó luego como ayudante de la materia Sociología Sistemática, a cargo de Miguel Murmis y Eliseo Veron, formados recientemente en Estados Unidos y Francia respectivamente. También participaban como ayudantes Silvia Sigal, Liliana de Riz y Juan Carlos Portantiero. En 1965, Alcira ingresó, a través del sociólogo Juan Carlos “Lito” Marín, a trabajar en el Consejo Nacional de Desarrollo de la Argentina (CONADE), para co-dirigir junto a Marta Nepomeschi una encuesta sobre consumo de alimentos, en la que participaron también las sociólogas Rosalía Cortés, Susana Schkolnik y Susana Checa. Luego dirigió la investigación “Estructura Socioeconómica de la Argentina”, en la que además de las mencionadas Cortés y Schkolnik, participaron Mónica Abramzón, Miguel Khavisse y Jorge Abot.
Con el golpe de Estado de Onganía de 1966, llegó la intervención de la facultad y Alcira renunció a su cargo. Se sumó al grupo de estudio sobre América Latina organizado por José Luis Romero y Gregorio Selser. Además de ella, participaron de esta experiencia de formación Laura Golbert, Susana Checa, Gunnar Olsson, Jorge Carpio y Rosalía Cortés. Al año siguiente, en 1967, junto a Gunnar Olsson, emprendió un viaje por Bolivia, Perú y el sur de Ecuador, donde se profundiza su interés por la realidad y la teoría social latinoamericana, temas que marcarán toda su vida de trabajo académico y político.
En ese mismo año, los sociólogos Justino O´Farrell y Gonzalo Cárdenas obtuvieron cargos que habían quedado vacantes en la carrera de sociología tras la intervención y se dispusieron a incorporar bibliografía de pensadores nacionales y latinoamericanos, así como a nuevos/as docentes. Sería el inicio de las llamadas Cátedras Nacionales (CN) en la Facultad de Filosofía y Letras (1968-1971), experiencia que tendrá a Alcira como una de sus protagonistas, junto con intelectuales como Roberto Carri, Horacio González, Susana Checa, Jorge Carpio, entre otros – hasta que una nueva intervención militar puso fin a la experiencia. En 1973, con el gobierno peronista, O´Farrell es designado interventor y muchos de los docentes de las CN vuelven a la universidad. Los ex miembros de las CN protagonizaron entonces la creación del Instituto del Tercer Mundo “Manuel Ugarte”, dependiente de Filosofía y Letras y luego del Rectorado de la Universidad, donde Alcira se desempeñó como Directora. Por esos años, publicó textos en la revista Envido (70-73), dirigida por Arturo Armada y muy cercana a la experiencia de las CN. Entre 1973-1974, Alcira se desempeñó como Secretaria de Cultura de la Provincia de Buenos Aires.
Los intercambios con otros grupos de crítica cultural y reivindicación latinoamericana se profundizaron a partir del 68, consolidando un movimiento crítico transdisciplinario: Cine Liberación (donde se encontraban Pino Solanas, Octavio Getino); Grupo cultural (donde se encontraban Piero, Marilina Ros, Juan Gené) y los sacerdotes del Tercer Mundo. En esos años, Alcira colaboró con la difusión clandestina de La hora de los Hornos, del cineasta Pino Solanas, con quien mantuvo un vínculo trabajo y amistad (muchos años después, participó como investigadora en los documentales “Memoria del saqueo” (2004) y “La dignidad de los nadies” (2005)).
Paralelamente, en 1969, Alcira había ingresado como Directora del Proyecto de Empadronamiento previo al Censo de Población de 1970 en el entonces recién creado Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), donde también participaron Aída Quintar, Beatriz Mengoni y Horacio González. En sus años en la institución, colaboró en distintas investigaciones sobre tendencias socio-económicas del sector agropecuario, sobre la estructura de ingresos de la población asalariada y sobre los trabajadores por cuenta propia en el sector industrial.
Con el golpe de Estado de 1976, Alcira fue despedida del INDEC. Se ocultó por un tiempo en Rosario y luego se exilió en México junto a su familia, donde permanecerá hasta el regreso de la democracia. Instalada en México, Gregorio Selser le ofreció un trabajo en el Instituto Latinoamericano de Estudios Trasnacionales (ILET), donde conoció a Gabriel García Marquez y Juan Somavía, convirtiéndose en su asesora para el debate en la UNESCO sobre comunicación, en el que ambos participaron en calidad de representantes latinoamericanos.
A su regreso en 1983, Alcira se convirtió en la Directora de la Sede Buenos Aires del Instituto Latinoamericano de Estudios Transnacionales y, un año más tarde, se sumó como miembro de la Comisión para la creación de la carrera de Comunicación de la futura Facultad de Ciencias Sociales (Facultad que se creará en 1988, siendo la nueva sede de la carrera de sociología). Por entonces se incorporó como Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), donde alcanzará el cargo de Investigadora Independiente. En 1985 publica “Los laberintos de las crisis. América Latina: poder transnacional y comunicaciones” y en 1987 “Un horizonte sin certezas. América Latina frente a la revolución científico-técnica”.
En 1986, Alcira obtiene el cargo de Profesora Titular de la Cátedra Teoría Social Latinoamericana en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, siendo una de las pocas mujeres en convertirse en Titular en la carrera de Sociología. Años más tarde, en 1993, publica uno de sus libros más reconocidos, “Los silencios y las voces en América Latina. Notas sobre el pensamiento nacional y popular”, referencia clave en los trabajos sobre teoría social latinoamericana.
Por aquellos años, Alcira se reincorporó activamente a la política institucional. A comienzos de los 90, participa junto a Pino Solanas de la creación de un nuevo partido político, el Frente Grande. Muchos años más tarde, en 2007, participa de la creación de Proyecto Sur, partido por el que resultó electa diputada nacional por la Ciudad de Buenos Aires en las elecciones de 2009 y también de 2013.
Alcira se desempeñó como docente de grado y posgrado en múltiples universidades de Argentina, México, Venezuela, en temáticas vinculadas a la teoría social latinoamericana, la comunicación y la cultura. Entre l997 y 2008, dirigió proyectos de investigación en el Instituto Latinoamericano de Estudios Transnacionales (sede Buenos Aires), el Instituto de Investigaciones Gino Germani, la Universidad Nacional de Luján y el Instituto del Conurbano de la Universidad Nacional de Gral. Sarmiento. En 2007, recibió la Beca como Investigadora Senior del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales(CLACSO) para la Promoción de la Investigación Social en el tema “Las deudas abiertas en América Latina y el Caribe”, profundizando su interés por la crisis del neoliberalismo en la región y las consecuencias del cambio climático.
En los últimos años, fue profesora consulta e investigadora de la Universidad de Buenos Aires y directora de la Revista Laberinto, además de frecuente columnista de opinión en diversos medios de comunicación.
Alcira falleció en Buenos Aires el 2 de mayo de 2021.
Fuente: Pioneras – Mujeres de la Sociología
Un nombre, una vida, una pasión
Alcira nació el 7 de mayo de 1940, en Rosario. Su madre era una ama de casa y su padre un médico pediatra. Alcira se dedicó desde joven a la natación: actividad que la llevó a integrar la selección argentina y a desembarcar en Buenos Aires con el fin de participar en los Juegos Panamericanos de Medellín. Luego se sumergió en cuerpo y alma en la Sociología. Comenzó la carrera en 1959. Se recibió en 1965, siendo la vigésima octava graduada. Visitó a Perón en 1969. Comenzó a trabajar en el INDEC. Se exilió en México, después del golpe de Estado de 1976. Y trabajó en el Instituto Latinoamericano de Estudios Transnacionales asesorando a Gabriel García Márquez y a Juan Semonio. Regresó a la Argentina con la restauración de la democracia. Y obtuvo el Doctorado en Ciencias Sociales en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, en 1989. Después, durante los “Noventa”, mientras se profetizaba el “Fin de la Historia”, participó en la constitución del Frente Grande; y en 2007, en la de Proyecto SUR. Tuvo a su cargo la investigación histórica de “Memorias del Saqueo” y “La dignidad de los nadies”: dos películas dirigidas por Pino Solanas. Fue diputada desde 2009 hasta 2017. Y como tal se preocupó por la educación y cuestionó el extractivismo y el calentamiento global. Más tarde, militó desde los medios y las redes sociales, dedicándose a cuestionar al gobierno de Macri. Y frente a la crisis desatada por él, llamó a la unidad y afirmó: “Si yo estuviera en la provincia de Buenos Aires, votaría por Cristina”. Murió hace tres años, el 2 de mayo de 2021.
Un tema primordial recorre “Los silencios y las voces de América Latina”, el libro más importante de Alcira: la humanidad, el pensar lo humano, las diversas (id)entidades desde aquí. En su texto, ella pregunta: ¿por qué hay pueblos desechables, descartables? Y entonces nos convida a recorrer la historia desde el Sur, al mismo tiempo que construye vidas paralelas, poniendo en tensión la teoría social-liberal y los ensayos latinoamericanos que se expresan en cartas, panfletos, declaraciones y constituciones, desde los campos de batalla por las independencias de Nuestra América: ensayos latinoamericanos con matrices propias de pensamiento, con matrices que exceden el eurocentrismo. Las gramáticas de nuestras matrices nos convidan a problematizar el concepto en toda su potencialidad. Las ideas de “matriz” y “raíz madre” nos hacen pensar en Alcira, que cobijó pensares y sentires populares. Al mismo tiempo, “matriz” nos refiere al trabajo manual, al hacer. ¿Acaso el hacer no es otro modo del pensar? ¿Cómo se hace para pensar y querer nuestras filosofías, historias y pedagogías? Pensar y hacer con las manos, con las manos y las humanidades, con las humanidades que no sólo son una sociología, una ciencia, sino también humanizaciones, potenciando las voces y los silencios de las “Cátedras Nacionales”: una experiencia que surgió luego de “La Noche de los Bastones Largos”, con profesores peronistas que decidieron quedarse en la Facultad y con profesores que, como Horacio González, se sumaron luego.
Fue una pensadora que reunió logos, mitos y eros; una pensadora que sabía que el pensamiento único es una ficción y que creía en la existencia del “sentipensar” de los pueblos originarios, de los “desharrapados del mundo”, de los que trajeron ideas de otros continentes, de los que mezclaron las herencias de las gauchescas, del lunfardo y de los nuevos modismos. El pensamiento de la Patria Grande es mestizo. Y ese mestizaje nos permite hermanar el continente y afirmar que las vidas no son descartables, ni desechables. Aunque les pese a los que intentan acallarnos con el “discurso del amo”, cada vida cuenta. No es casual que Alcira nombrara la dialéctica hegeliana. Recordemos que ‒con Gunnar Olsson, su compañero‒ se reunía a estudiar, entre otros textos, la “Fenomenología del Espíritu” y “El Capital”. Según su pensamiento, mirar desde el Sur, es mirar desde el esclavo y, por ello, observar la totalidad: afirmación que sostuvo hasta su muerte.
Cuando la vi por primera vez, su materia no se llamaba “Teoría Social Latinoamericana”, sino “Teoría Social en un mundo en crisis”. Ella era especial. Se sentaba en el escritorio. Fumaba. Dibujaba en el pizarrón un Mapamundi. Y hablaba de geopolítica, de la importancia que China iba a tener en el futuro y de las tecnologías. Rompía mitos tan absurdos como el que sostenía que los inmigrantes que se escapaban de la guerra y del hambre venían a “hacerse la América”. Para ella, el pensamiento crítico era integral. Y, tanto en su libro como en sus clases, se refería a una crisis civilizatoria, a una crisis exponencial de la pobreza y de la concentración de la riqueza. Priorizaba la política, el respeto a las identidades culturales, el ser identitario (que fue un concepto que le permitió cuestionar el marxismo ortodoxo). Pero, recuperaba los marxismos periféricos, como el de Gramsci, y los estados de bien-estar, al mismo tiempo que bregaba por la cooperación internacional frente a la competencia y los conflictos de la globalización. La sociedad debía ser entendida histórica y políticamente dentro de la trama de pensamiento Nacional y Popular de Nuestra América Latina: un nosotros que, mediante el sentir-pensar de la vida, confrontaba con la “necrofilia”, la “necropolítica”, el racismo y toda forma de colonialismo. Al año siguiente de conocerla, cambió el nombre de la materia. Y dio a luz “Los silencios y las voces en América Latina”, dando vida a las luchas de Túpac Amaru, Simón Bolívar, Simón Rodríguez, Gervasio Artigas y el marxismo latinoamericano de José Carlos Mariátegui; recuperando a Luis Alberto Romero; reivindicando a Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortíz y John William Cooke; y rescatando la Constitución de 1949. La última vez que la vi, me entregó el diploma de doctora. Estaba feliz por los sucesos que acontecían en Chile. Y había sido abuela recientemente. Fue mi directora de tesis. Y, lo más importante, fue, es y será mi maestra. El hecho de verla enseñar hizo que yo eligiera la docencia. Y, por esa razón, está presente en cada una de mis clases.
Prof. Carla Wainsztok
Fuente: Carrera de Sociología – UBA