Breve biografía de Leopoldo Marechal. Por Francisco Pestanha. Colaboración Pablo Nuñez Cortez.
“Creo que actualmente hay dos Argentinas: una en defunción, cuyo cadáver usufructúan los cuervos de toda índole que lo rodean, cuervos nacionales e internacionales; y una Argentina como en Navidad y crecimiento, que lucha por su destino, y que padecemos orgullosamente los que la amamos como a una hija.“
Sobre Marechal, el poeta depuesto, podrá debatirse interminablemente; pero aún hoy, ningún elogio o referencia virtuosa y bien intencionada sobre él, alcanzará para poner justicia allí donde no la hubo ya que —por derecho y dignidad—le cabe indudablemente el título de primer magistrado intelectual del ser nacional. Su genialidad continúa lamentablemente cegando el destino que carga junto a otros y otras de su talla. No obstante, el misterio y la incomprensión respecto de su obra, nos invitan a revisitarlos con reflexiva pulsión.
Nació en Buenos Aires el 11 de junio de 1900. Hijo de la argentina Lorenza Beloqui y el uruguayo Alberto Marechal. Su mente incontenible e inconducible lo llevó escribir a los 12 años. Ya trabajando —con 13 años y en una fábrica de cortinas—impulsó a sus compañeros a movilizarse por mejores salarios y condiciones adecuadas de trabajo. Las consecuencias fueron inmediatas, fue despedido por incitar la revuelta. Era esa la matriz nutricia de un hombrecito que manifestaba tempranamente sus sensibilidades y preocupaciones que lo acompañarían hasta el último día de su vida.
Cursó en la Escuela Normal Mariano Acosta y trabajó durante veinte años en una escuela ubicada en la calle Trelles, entre los barrios de Caballito y Villa Crespo, este último le entregó el conocimiento de personajes míticos y paisajes surreales que lo llevaron en un abrazo eterno al baile del tango.
Marechal había nacido en el novecientos. Integrante de una extraordinaria pléyade que Juan W. Wally ha denominado como «generación décima». Participó junto a Jorge Luis Borges, Victoria Ocampo y Raúl Scalabrini en el staff de la revista Martín Fierro. María Teresa Gramuglio —en un excelente artículo— sostuvo con certeza que, mientras asimilaba las innovaciones de las vanguardias, Marechal observaba con atención el mundo de la literatura criollista. Como otros de su progenie, en su juventud intercaló el vanguardismo con el ultraísmo más luego; tal como afirma Romano: «… cambió su poética y volvió a los modelos métricos, introduciendo motivos clásicos, en Odas para el hombre y la mujer, de 1929». Su pasión metafísica impulsó—sin duda alguna a instancias de Macedonio Fernández— su obra poética que fue transmutando como, tal vez, su vocación secundaria hacia la novela.
En su primer viaje a Europa (1926), alternó con Basaldúa, Pablo Picasso y Antonio Berni, destacados intelectuales y pintores del momento. De nuevo en París —triunfar en la ciudad de las luces, quintaesencia de la bohemia iniciada en el siglo XIX era, sin duda, triunfar en el mundo—; se estableció en Montparnasse y frecuentó a Raquel Forner, Alfredo Bigatti, Juan del Prete, Horacio Butler, a Víctor Pissarro y al escultor José Fioravanti (y que tiempo después esculpiría el busto del escritor en bronce). Ese año en la capital gala, comienza la que sería su novela fundacional: Adán Buenosayres, y que —por su cuidado, revisión y preciosismo—no vería la luz editorial hasta entrado el año 1948.
El itinerario de Marechal, nítido, puede ser entendido en el contexto de la particular experiencia argentina como el gran laboratorio de almas.Será su urbanidad plena, entremezclada con sus imborrables jornadas en la localidad de Maipú, residencia de su madrina, donde los chicos —dando cuenta de su procedencia— lo denominaban cariñosamente «Buenos Aires». Luego —entremezclándolos bailables de Villa Crespo a mediados de la década del veinte—entre el leguaje procaz,deglutidoentre códigos de rufianes y héroes mitológicos;y el refinado del Club San Bernardo —junto a Vicente Huidobro, Antonio Vallejo, Jacobo Fijman y Francisco Luis Bernárdez— alternó su asistencia a las conferencias de Macedonio Fernández.
Mientras algunos de sus antiguos compañeros de ruta viraban hacia el cosmopolitismo, el universalismo y el escepticismo, Marechal, paulatinamente, fue acercándose al nativismo, hacia lo religioso, lo místico y hacia la idea de un Creador y su Hijo que, hecho carne, inundó su vida y su obra. Su participación activa en los cursos de cultura católica organizados por la Acción Católica Argentina y sus colaboraciones para dos publicaciones afines:Ortodoxia y Sol y Luna, fueron fortaleciendo su adhesión a la doctrina cristiana. Además, como pocos, Marechal comprendió que la emergencia del peronismo aportaría una nueva vitalidad a nuestro pueblo y a la incorporación de algunos de aquellos valores propugnados por el cristianismo más comprometida con lo terreno. Consecuente con ello, acompañó todo el período participando en varios cargos vinculados a lo cultural —demostrando una particular laboriosidad— como señalaba Ben Molar en una antigua entrevista televisiva.
Poeta, novelista y autor teatral, pero por sobre todas las cosas: «poeta para siempre», formó parte, aunque negado por Borges,del mítico grupo Florida —al igual que otros notables escritores y pintores de su tiempo comoOliverio Girondo, Macedonio Fernández,Güiraldes, Borges, Xul Solar y Figari—cuya renovación en la literatura y la plástica fue, para el Río de la Plata, incuestionable y definitiva.
En cuanto a su obra poética aparece en 1929 Odas para el hombre y la mujer (Primer Premio Municipal de Poesía). Luego de Laberinto de amor (1936) y Cinco poemas australes (1937), obtuvo el primer Premio Nacional de Poesía con El Centauro (1940) y Sonetos a Sophia (1948).Galardonado con el Primer Premio Nacional de Teatro, se estrena en 1951 Antígona Vélez inaugurando la temporada del Teatro Nacional Cervantes. Su estreno fue accidentado: días antes, la actriz Fanny Navarro, extravió el único original existente. Enterada de la postergación, la señora Eva Duarte le solicitó a Marechal un nuevo original, apelando a su condición «de gran poeta y gran peronista». Marechal lo dijo con sus propias palabras:
Ganado por su encantamiento, me puse en la obra que me llevó todo ese día y su noche consiguiente. En la tarde siguiente leí la obra en el escenario del Cervantes, ante los actores y Enrique Santos Discépolo que haría la puesta en escena.
La obra se presentó finalmente el 25 de mayo de 1951, en condiciones precarias de tiempo, escenografía y ensayos, pero con gran éxito de público y de la crítica.A esta obra —consagrada en el acervo literario y aún evocada por la crítica actual— le seguirían Las tres caras de Venus (1952), La batalla de José Luna (1967) y Don Juan, publicación póstuma editada en 1983.
Su compromiso político lo condujo por un itinerario que atravesó primero el socialismo y luego el yrigoyenismo. Fermín Chávez sostiene que en 1927 fue vicepresidente del Comité Yrigoyenista de Intelectuales Jóvenes que presidió en ese entonces Jorge Luis Borges. Después del 17 de octubre de 1945, integró junto a Castiñeira de Dios, Arturo Cancela e Hipólito J. Paz, un comité pro candidatura del coronel Perón. En 1951 fue designado director del Departamento de Institutos de Enseñanza Superior y Artística.
Desde luego, la caída del peronismo lo llevó al silencio de su voz literaria, a la soledad y, finalmente, al olvido. Las dictaduras de Eduardo Lonardi y Pedro Eugenio Aramburu, lo proscribieron, pero persistió en su militancia acompañando —a su modo—a la resistencia peronista.
En 1956, Marechal realizó aportes a una proclama Al pueblo de la patria. Toda su obra —después de 1955— fue proscrita por la dictadura y desterrada de las librerías y de la literatura rioplatense. ?Perseguido con saña por la Revolución Libertadora, debido a sus continuas denuncias públicas y su definición política inclaudicable, no tiene más opción que exiliarse brevemente en Santiago de Chile.
Promediando la década del sesenta vuelve a publicar: en 1965 editó la novela El banquete de Severo Arcángelo y el ensayo La autopsia de Creso. En 1966 publicó Heptamerón y Cuadernos de navegación.
Las contribuciones más notables al género narrativo son aportadas por dos de sus novelas. La primera, El banquete de Severo Arcángelo de 1965. De ella dirá María Rosa Lojo: «un fascinante enigma alquímico-policial». Un verdadero viaje iniciático hacia lo trascendente, con claras alegorías sobrenaturales y que ha dado a las más diversas interpretaciones. Algunos refieren que su mordacidad recuerda, en muchas situaciones, a las tribulaciones de Don Quijote.
La segunda, sin duda,Megafón, o la guerra, publicada de manera póstuma en 1970 será, definitivamente, la obra en la que se exprese su maduro compromiso político. Sin eufemismos —pero sin perder el tono irónico que predomina en la obra—Megafón es una novela política que se desarrolla en los años posteriores a la caída de Perón,los fusilamientos de José León Suárez, la resistencia peronista y las sucesivas persecuciones que le siguieron.
Leopoldo Marechal deja como una estela un sinnúmero de obras sin editar: Alijerandro, El arquitecto del honor, El Mesías,Gregoria Funes, Tu vida en la balanza, Polifemo, Un destino para Salomé,El superhombre, La parca, Mayo el seducido, Muerte y epitafio de Belona, Don Alas o la virtud, entre otras.
En enero de 1970 viaja a Punta del Este y el 26 de junio de ese año —mientras trabajaba en una cuarta novela, El empresario del caos—muere víctima de un síncope en el mismo departamento de la calle Rivadavia, donde años antes falleciera su esposa María Zoraida.
No llega a tener en sus manos la más valiente y comprometida de todas sus obras editadas, Megafón, o la guerra —su tercera novela—sale de imprenta un mes después del fallecimiento del autor.
Es marcado el espíritu que guía a Marechal en cuanto a las aspiraciones colectivas de soberanía política y de soberanía económica y,además, la caracterización de una mayoría asimiladora, cuyo espíritu guarda la segunda capa de la piel de la serpiente y la minaría creadora. En su ponencia de 1949,La poesía lírica, lo autóctono y lo foráneo —texto leído en el primer ciclo de conferencias organizado por la Subsecretaría de Cultura de la Nación— dirá el poeta: «Yo diría que el arte se logra íntegramente cuando, al mismo tiempo, y sin incurrir por ello en contradicción alguna, se ahonda en lo autóctono y trasciende a la universal».
La idea del «arte situado» es expresada por Marechal con estas palabras:
“No hay duda que el sentimiento de muerte cantado por un poeta griego, un poeta inglés, un poeta hindú,y un poeta argentino se diversifica en matices ineluctables, matices que provienen de lo autóctono, de paisajes caras liturgias y ánimos diferentes, pero tal sentimiento se identifica en los cuatro poetas, mediante aquellos efectos que la presencia o la meditación de la muerte suscita en todos los hombres, vale decir mediante aquello que la muerte tiene de universal.”
Leopoldo Marechal
Fuente: El Forjista
Leopoldo Marechal fue uno de los más grandes escritores argentinos, no obstante en torno a él se ha desplegado un interesado silencio y ocultamiento, que lo ha llevado a ser un desconocido para muchos de sus compatriotas.
Sólo reconocido por estudiosos de las letras y lectores empedernidos, muchas de sus obras resultan de difícil obtención, la consideración sobre su extensa obra se encuentra alejada de ese Olimpo de las letras argentinas que ocupan Jorge Luis Borges, tal vez Cortázar y muy pocos escritores más.
Sin embargo, Marechal no fue menos que ellos, obviamente no nos basamos en nuestra propia opinión que de muy poco vale, sino que repasaremos los galardones que supo conseguir en vida y la muy bien considerada opinión de sus colegas.
La diferencia entre Marechal y otros excelentes escritores argentinos no fue de calidad, sino que se debió al compromiso que aquél asumió con el peronismo, ésta es la razón casi única que lo desplazó del reconocimiento de los generadores de prestigio.
El aparato cultural de la oligarquía no podía permitir que un convencido adherente del peronismo fuera reconocido como uno de los mejores escritores, porque de esa forma se derrumbaría esa imagen sarmientina que vinculaba a ese movimiento con la “barbarie”, de esa manera se le birló a Marechal su posibilidad de reconocimiento por parte de las generaciones que lo sucedieron.
Biografía
Nacido el 11 de junio de 1900, vivió sus primeros años en el barrio de Almagro, para mudarse en 1910 a Villa Crespo a la calle Monte Egmont 280, hoy Tres Arroyos, geografía que transitarán los personajes de sus novelas. Leopoldo tuvo dos hermanos Hortensia nacida el 27 de enero de 1902 y Alberto el 1° de anero de 1905.
Hijo de un mecánico uruguayo y un ama de casa argentina. Estudió las primeras letras en un colegio privado de la calle Díaz Velez, para luego concluir sus estudios primarios en el Mariano Acosta, colegio donde continuó los estudios del magisterio que lo llevaron a egresar como maestro.
Su abuelo paterno era francés pero su participación en la denominada Comuna de París lo llevó a emigrar al Uruguay. De este abuelo dirá Marechal: “Me dejó como herencia el gusto por la lectura, el fervor revolucionario y el paso corto y rápido de la infantería francesa”.
Su padre murió en 1919 víctima de la gripe española que tuvo el carácter de epidemia, Marechal cuenta que su padre pudo haberse curado si el patrón del aserradero donde trabajaba no lo hubiese obligado a salir de su convalecencia.
En esa época no había legislación obrera por eso Leopoldo le decía a su interlocutor: ”¿comprende por qué fui socialista y luego peronista?”.
Cuando terminó la primaria obtuvo trabajo de obrero en una fábrica de cortinas de la calle Lavalleja, la mayoría de sus compañeros de trabajo eran adolescentes de 13 a 18 años, al mes de haber ingresado organizó una huelga y fue despedido. Luego ayudó con el cultivo de verduras en la huerta familiar junto a su hermana Hortensia.
Desde niño pasaba sus vacaciones en el partido de Maipú donde su tío Francisco y su tía Martina eran pequeños ganaderos. También su tío murió en el 1919 del mismo mal que su padre.
Pero Leopoldo Marechal continuó visitando el campo porque su tío político Jose Fabey era un irlandés que llegó al país para refinar el ganado, era un consumado jinete y pialador, fue mayordomo de la estancia “Santa María” de los Sanchez Elía y luego se estableció por su cuenta en el establecimiento “Los Helechos”.
Esas visitas a los campos de sus tíos producirán en Marechal un cariño por personajes y paisajes de la zona pampeana los cuales serán reflejados en varias de sus poesías.
Unos meses antes de recibirse de maestro ingresó como bibliotecario en la Biblioteca Popular Juan B. Alberdi de Villa Crespo luego pasó a trabajar como maestro de grado en la escuela “Juan B. Peña” ubicada en la calle Trelles 938, manteniendo también el trabajo en la biblioteca, ejerció la docencia primaria por más veinte años, desde 1921 hasta 1944 con algunas licencias en el medio.
Siendo muy joven visitó Europa, primero España y luego París, donde se integró a una barra de argentinos de “porteños farristas” según su propia definición, en ese viaje conoció en París a Picasso y Unamuno, y también a los pintores argentinos radicados en esa ciudad, Antonio Berni y Spilimbergo.
Invitado por Alberto Gerchunoff formó parte de la redacción del diario El Mundo en el que trabajó por poco tiempo y en el que tuvo por compañeros a Roberto Arlt, Manuel Galvez y Nalé Roxlo.
Después de un segundo viaje a Europa en 1929 Marechal no volvió al periodismo, en este viaje también visitó Italia dedicando un mes a recorrer la ciudad de Florencia para interiorizarse por la vida de su admirado Dante Alighieri.
De regreso a la Argentina en 1931, Leopoldo Marechal tuvo una crisis espiritual que lo llevó a recostarse sobre lo religioso comenzando a concurrir a la parroquia de Balvanera donde había sido bautizado e incorporándose a un grupo de intelectuales católicos que conformaban los Cursos de Cultura Católica que fue la base sobre la que se montó más tarde la Universidad Católica.
A ese grupo de intelectuales llamado Convivio concurrían Marcelo Sanchez Sorondo, Hipólito J. Paz, Máximo Etchecopar, Juan Carlos Goyeneche, Mario Amadeo, Felipe Jofre y Federico Ibarguren. Estos jóvenes constituyeron uno de los primeros grupos del nacionalismo católico, según Marechal, estaban imbuidos de buenas intenciones pero por su rigor dogmático percibió que le costaría bajar de las ideas a la acción.
El 8 de enero de 1934 contrajo matrimonio con María Zoraida Barreiro, joven profesora de Letras nacida en Vigo y naturalizada argentina.
La pareja se instaló en México 3306, luego de un tiempo en Adrogué y más adelante se mudaron con sus dos pequeñas hijas, María de los Angeles y María Magdalena, a Rivadavia 2341.
Marechal llamaba “la ratonera de la Vida Ordinaria”, el cumplimiento de rutinas en el trabajo, la vida de relaciones y hasta actividades religiosas. De aquella “ratonera” solo podía evadirse por las Musas, el tiempo escaso que por aquella época podía robarle a la vulgaridad de tener que ganarse la vida y dedicarse a la literatura.
Cuando llegó la Revolución de 1943, Marechal vivía de la docencia por 6 horas de Cátedra en la Escuela de Arte “Manuel Belgrano”, y el cargo de maestro que no ejercía por estar en una Comisión de Folklore, cuya misión era preparar dos antologías folklóricas para uso de las escuelas, el movimiento de 1943 terminó con la Comisión y debió volver a la escuela.
La revolución de 1943 convocó a varios de los integrantes del grupo Convivio, a Marechal se le ofreció el cargo de Presidente del Consejo General de Educación de la Provincia de Santa Fe, trabajando por un año en esa función.
Luego de su trabajo en Santa Fe fue convocado por Ignacio Anzoátegui que estaba en la recién creada Dirección General de Cultura, de la cual era titular.
Muchos nacionalistas amigos de Marechal abandonaron el apoyo al gobierno cuando rompió relaciones con el Eje, pero él vio que Perón estaba realizando la revolución posible con la que había soñado desde su juventud.
Además la mayoría de los nacionalistas veían con desconfianza todo aquello que suscitara el apoyo de las masas populares, por el contrario Marechal consideraba indispensable contar con esa adhesión.
Estaba ocupando esos cargos políticos cuando su mujer cayó enferma de un mal incurable, Marechal se dedicó exclusividad a su atención hasta su fallecimiento el 8 de junio 1947.
Apoyó el 17 de octubre de 1945 y formó parte del Comité Pro-candidatura del Coronel Perón, junto con Hipólito Paz, José María Castiñeiras de Dios y Arturo Cancela.
El gobierno peronista lo confirmó en la Dirección General de Cultura, pero cuando la Dirección se convirtió en Secretaría nombraron a otro funcionario y lo pasaron a la Dirección de Enseñanza Superior y Artística, más adelante cercenaron lo de la enseñanza superior y le quedó lo de Artística, pequeña Dirección muy a su gusto porque debió trabajar con las Escuelas de Arte.
En el año 1948 Marechal hizo su tercer viaje a Europa, esta vez oficialmente como embajador cultural en compañía del Secretario de Educación, mientras en Buenos Aires aparecía su primera novela Adán Buenosayres.
En España sufrió un accidente automovilístico bastante grave donde murieron tres personas y debieron aplicarle treinta puntadas en la cabeza.
En 1950 comenzó a convivir con Elbia Robasco, a la que denominará Elbiamor cada vez que la mencione en sus obras o reportajes.
Llegado el golpe de 1955 Marechal renuncia a sus cargos en el Ministerio de Educación, y como estaba en edad de jubilarse inició los trámites que fueron bastante largos.
Entre tanto vivían del sueldo de Elbia como profesora y de colaboraciones que un amigo le encargó para un Diccionario Enciclopédico.
Marechal comenzó a sentir el gran vacío que se producía en torno a él, amigos que le negaron el saludo en la calle, se le cerraron las puertas de la literatura en una especie de “muerte civil”, entonces con Elbia decidieron encerrarse en su departamento de la calle Rivadavia, en lo que el denominó un robinsonismo amoroso, literario y metafísico.
En esta época fue que Marechal se autodefinió como el “poeta depuesto”.
No iban ni al cine ni al teatro, compraron un televisor que era prácticamente su única conexión con el exterior.
Durante una década de 1955 a 1965 sólo lo visitaban regularmente cuatro amigos, José María Castiñeira de Dios que había sido su alumno desde los 13 años, Antonio Barceló y su mujer con el que fundaron la Escuela Nacional de Danzas Folklóricas, Rafael Squirru y un poco después Fernando Demaría.
También fue visitado por algunos amigos y admiradores más jóvenes, entre ellos Alfonso Sola Gonzalez y Graciela Maturo, los dominicos Domingo Renandiére de Paulis y Mario Pinto, los escritores Leon Benarós, Fermín Chavez y Luis Soler Cañas.
Leopoldo Marechal siempre estuvo agradecido a Ernesto Sábato quién en los años de olvido, recomendaba a los jóvenes desde un programa de televisión el buen ejercicio de leer a Marechal.
A partir de 1963 trabajó en El banquete de Severo Arcángelo, pero lo hizo con la convicción que nunca vería la luz, no obstante fue publicada en 1965 con un considerable éxito que lo trajo nuevamente a la consideración pública.
Marechal viajó en 1966 a Cuba para ser jurado en un certamen de literatura realizado en La Habana, a raíz de esto escribió algunas reflexiones sobre la Revolución que mencionaremos más adelante. Al respecto señaló que cuando algunos escritores latinoamericanos lo veían, creían estar ante un fantasma, muchos pensaban que ya había muerto producto del silencio al que había sido condenado.
En agosto de 1969 estuvo en el Encuentro Latinoamericano de Escritores realizado en Santiago de Chile.
La conmoción política en la Argentina a fines de los 60 y su vuelta a cierta popularidad hizo que muchos jóvenes quisieran visitarlo.
Un mes después de su muerte se publicó su tercera novela “Megafón o la guerra”, murió el 26 de junio de 1970.
Luego de su muerte y principalmente a partir de los obscuros años de la dictadura la figura de Marechal volvió a cubrirse de las sombras del olvido.
La revista Martín Fierro
De joven estableció relación con gran cantidad de artistas plásticos por sobre los escritores, pues los consideraba más humanos y auténticos, concurría regularmente al taller del escultor José Fioravanti.
Se integró a la redacción de la revista “Proa” de la que formaban parte nada menos que Ricardo Güiraldes y Jorge Luis Borges, entre otros.
Posteriormente junto a un grupo de escritores y pintores decidieron el lanzamiento de la segunda etapa de la revista “Martín Fierro”, sus integrantes se consideraban destinados a establecer una profunda renovación en las letras y el arte, ese será el núcleo central del que se conocerá como el grupo Florida, contrapuesto al grupo Boedo, y estaba integrado entre otros, por Marechal, Güiraldes, Borges, Oliverio Girondo, Macedonio Fernandez, Xul Solar y el pintor uruguayo Figari.
Este grupo frecuentaba la Richmond de la calle Florida y por las noches el sótano de la Royal Keller en la esquina de Corrientes y Esmeralda.
Marechal conoció a Scalabrini Ortiz en la librería de Gleizer que había sido el que publicó “Los aguiluchos” de Marechal y La Manga de Scalabrini, Marechal lo invita a incorporarse al grupo de la revista “Martín Fierro”.
Poesía
Su primer libro de poemas fue de 1922 y lo tituló “Los aguiluchos”, trabajo sobre el cual no se sentirá muy orgulloso en el futuro y al que consideraba parte de su prehistoria.
Su segundo libro de poesías fue “Días como flechas” que se publicó en 1926.
En 1929 su compañero del diario “El Mundo”. Roberto Arlt, publicó los Siete Locos y Marechal “Odas para el hombre y la mujer”, ambos se intercambiaron los libros. Era el tercer libro de poesías de Marechal.
En estos primeros poemas se hace evidente la influencia de Rubén Darío a quién admiraba profundamente.
Cuando el diario La Nación publicó el poema “El centauro”, Marechal recibió una carta de Arlt que le decía: “Poéticamente, sos lo más grande que tenemos en habla hispana: desde los tiempos de Rubén Darío, no se escribió nada semejante en dolida severidad”
Durante su segundo viaje a Europa se enteró que “Odas para el Hombre y la Mujer” había obtenido el primer premio en el concurso municipal de literatura de 1931.
Regresa de su viaje ese mismo año y abandona la novela que había comenzado a escribir en París y que sería mucho después Adán Buenosayres, volvió a la poesía con “Poemas Australes” y “Laberinto de Amor” que publicó la editorial Sur, por estos trabajos obtendrá el tercer lugar en los premios nacionales de literatura.
“Sonetos a Sophia” y “El centauro” fueron publicados en el diario La Nación y luego por las ediciones “Sol y Luna”, por estas obras será galardonado con el primer premio nacional de literatura en 1940.
Dijo La Nación el 31/7/1941:“Desde que en 1923, dio a la estampa “Los aguiluchos”, hasta cuando trece años más tarde, publicó en la sección literaria de La Nación, su magnífico poema “El Centauro”, Leopoldo Marechal no cesó de escalar, con paso firme, la cuesta riesgosa de la verdadera poesía. Su tenacidad, su afán por ahondar dentro de sí mismo, hallando cada vez vetas más íntimas y más bellas, le permitió llegar a ser lo que es hoy: uno de los más puros valores de nuestro arte”
En 1950 decretado por el gobierno peronista como año sanmartiniano por cumplirse los 100 años de la muerte del Libertador compone el “Canto a San Martín” al cual le puso música Julio Perceval y que se estrenó en Mendoza en el escenario del Cerro La Gloria.
En “El poema de Robot” de 1964 publicado por Americalee en 1966, mostrará su resistencia a aceptar una tecnología que condena al hombre a ser un engranaje más de una inmensa maquinaria sin alma, Robot es la invención del hombre de acero que degrada al hombre. Robot es un “no ser” que usurpando el lugar del humano conduce a los hombres al vaciamiento definitivo.
“El hombre que construye a Robot/necesita primero ser un Robot él mismo”
Graciela Maturo habla sobre el humanismo de Marechal que no olvida el cielo ni reniega de la tierra: “Su filosofía sentada en el Ser, no da la espalda al mundo sino que lo rescata, y su sentido de permanencia histórica y ecológica se traduce en defensa de la identidad nacional, sin xenofobias ni extremismos, y en acción política”.
Heptamerón es un extenso poema de siete cantos que fue editado en 1966 , varios de ellos habían aparecido a partir de 1960 por ejemplo “La patriótica” dedicado a Jose María Castiñeira de Dios, “La Alegropeya” dedicado a Fernando Demaría de 1962, “La Poética” dedicada a Rafael Squirru de 1964, todos ellos eran sus grandes amigos.
Obras de teatro y un tratado
En 1948 compone una adaptación de Electra de Sófocles, mostrando una vez más un amplio conocimiento de las obras clásicas.
La obra “Antígona Velez” le fue solicitada por el director del teatro Cervantes para inaugurar la temporada de 1951, cuando estuvo finalizada Marechal le entregó el único original a la actriz que la iba a protagonizar Fanny Navarro, pero esta lo extravió.
Eva Perón solicitó explicaciones de porque no se iniciaba la temporada en el Cervantes cuando le fue informado los motivos, decidió que el responsable de Prensa y Difusión llamara a Marechal para que le solicitara un nuevo original, pero el escritor le explicó que eso no era posible porque se había extraviado el único existente.
Luego del fracaso del secretario, la misma Eva en persona decidió llamarlo a Marechal, apelando a su condición “de gran poeta y gran peronista”, así explica Marechal el resto:
“Ganado por su encantamiento, me puse en la obra que me llevó todo ese día y su noche consiguiente, asistido por Elbia que trabajó conmigo hasta el amanecer. En la tarde siguiente leí la obra en el escenario del Cervantes, ante los actores y Enrique Santos Discépolo (el inefable Discepolín) que haría la puesta en escena. El drama se presentó el 25 de mayo de 1951, en condiciones precarias de tiempo, escenografía y ensayos. Fue un gran éxito de público y de crítica”.
Su segunda obra de teatro fue “Las tres caras de Venus” siendo estrenada por el director Antonio Cunill de Cabanellas en el teatro universitario de la Facultad de Derecho, en esa presentación se destacaron Duillo Marzio y Pepe Soriano.
Luego siguieron “Don Juan” y “La Batalla de José Luna” (estrenada en 1967).
Según decía Rafael Squirru existen varias obras de teatro inéditas: “El arquitecto del honor”, “El Superhombre”, “Alijerandro”, “Mayo el Seducido”, “Muerte y epitafio de Belona”, “Don Alas y la virtud”, “Un destino para Salomé”, “La Parca” (en colaboración con Elbia Robasco), “Estudio en Cíclope” y “El Mesías”.
Incluimos aquí la mención a un tratado que se tituló “Descenso y Ascenso del Alma por la Belleza” que el diario La Nación publicó parcialmente en 1933 en dos domingo consecutivos. También se editó posteriormente en la revista Sur, recién en 1965 apareció la segunda y definitiva edición.
Las novelas
Marechal escribe tres novelas, todas ellas están cargadas de simbolismos, también contienen tres componentes que se interrelacionan con distintos porcentajes en cada una de ellas, casi todas pero especialmente Adan Buenosayres, tiene una fuerte connotación autobiográfica, también tienen un carácter acentuadamente político, aunque “El Banquete de Severo Arcángelo” y “Megafón o la guerra” son las que tienen mayor contenido político y en todas se evidencia la profunda religiosidad del autor.
Marechal era bastante metódico en la construcción de sus novelas, particularmente en Adan Buenosayres donde llegó a dibujar las figuras de los protagonistas, el plano de las habitaciones y el itinerario que debían seguir los personajes en sus andanzas por la ciudad o en sus descensos infernales, señalaba que esta modalidad no le quitaba la posibilidad de actuar con espontaneidad porque siempre dejaba abiertas las posibilidades a la inspiración del instante.
Las crisis espirituales que afectaron a Marechal lo llevaron a ahondar en las razones profundas de las cosas, releyó la epopeyas clásicas y llegó a la conclusión que detrás de la mayoría de los conflictos en esas obras y en la vida misma, estaba el deseo de la realización espiritual o experiencia metafísica de los personajes.
Llegó a la convicción que en la Ilíada traducían la realización espiritual mediante el simbolismos de la guerra, en otras como la Odisea y la Eneida lo hacían mediante el simbolismo del viaje.
Adan Buenosayres se desarrolla bajo el simbolismo del viaje, se da el itinerario de una realización espiritual que se oculta bajo la trama de las epopeyas tradicionales.
Fue escrita a lo largo de 18 años que comenzó en París en 1930, a su regreso a Buenos Aires la abandonó para retomarla varias veces, luego de la muerte de su primera esposa en 1947 la reescribió totalmente.
Cuando apareció Adan en 1948, la capas medias ya estaban sensibilizadas contra el gobierno peronista, como señala Graciela Maturo, no puede ignorarse el peso de este prejuicio en el adverso silencio que rodeó la aparición del libro. Y en las escasas críticas que recibió en diarios y revistas. Durante los años siguientes buen número de ejemplares de la primera edición permanecían apilados en los depósitos.
Julio Cortazar en la revista Realidad en 1949 fue una de las pocas voces que elogió la obra, en carta a Graciela Maturo de julio de 1964 le decía:
“Me alegro que le haya gustado mi reseña de Adán Buenosayres. Hay una serie de anécdotas divertidas en torno a esa reseña. La primera es la serie de insultos telefónicos que me tocó escuchar cuando se publicó. Las razones políticas del momento cegaban a los mejor pensantes, y aún hoy no entiendo bien como Realidad se animó a publicar esa nota; creo que la personalidad de Francisco Ayala se impuso contra el escándalo y hasta la cólera de otros miembros del comité de redacción. Aunque yo haya cuidado de deslindar muy bien los terrenos, tuve que oir anónimas injurias, en que de nazi para arriba me dijeron todo lo que se les ocurría”.
Cortazar mostraba en estos pocos renglones el estado de ánimo de la clase media, pero también las dificultades de un intelectual peronista que como Marechal quería seguir creando, incluso los inconvenientes que padeció Cortazar que se encontraba muy alejado del peronismo pero que intentaba abordar un tema literario desde una óptica distanciada de los prejuicios.
Quienes más se enojaron con Adan Buenosayres fueron sus compañeros de la revista Martin Fierro, a los que incluyó en la Nave de los Locos que recorrió la ciudad, pero no lo hizo para ridiculizarlos sino para pintar manías y aciertos propios del movimiento literario.
Cuando trató de explicar el resentimiento contra Adan de sus antiguos compañeros llegó a la conclusión que habían envejecido, se habían vuelto solemnes y acartonados que era precisamente contra lo cual se habían rebelado, su generosidad intelectual se había convertido en recelo egoísta. Cita como excepciones a Xul Solar, Scalabrini Ortiz y a Oliverio Girondo.
En Adan Buenosayres pueden visualizarse innumerables influencias pero sin duda las dos más importantes son las de Homero y el Dante.
Su segunda novela apareció en plena proscripción, había comenzado a escribirla en 1963 sin ninguna esperanza de que fuera publicada, pero un día recibió la visita de Horacio Achaval que en nombre del director de EUDEBA el profesor Spivacow le propuso lanzar una Segunda Edición de Adán Buenosayres, pero como tenía un contrato con la anterior editorial, y esta aún tenía varios ejemplares de la primera edición, decidió no permitir su publicación, fue ahí cuando la editorial Sudamericana al enterarse que Marechal tenía una segunda novela, El banquete de Severo Arcángelo, decidió su publicación. Esta aparición fue un éxito y arrastró la venta de Adan Buenossayres.
El diario Clarín decía el 22 de Septiembre de 1966 : “En Leopoldo Marechal las arduas jornadas de la creación nunca perturbaron su condición de practicante de la belleza ni su olvido de todo problema circundante. El ensayista polémico y genial novelista no eran aquel otro que escribía versos memorables y, generalmente, desconocidos”
En la revista Primera Plana Tomás Eloy Martinez escribió: “Después de Adán, sólo Rayuela de Julio Cortázar alcanzó a transformar esos injertos (bandeos discursivos dentro de la novela) en material dramático valiosos…la clave está en el lenguaje, y es allí, en ese territorio hasta hace poco tan arisco para los argentinos, donde Marechal se revela como un maestro…”
El Banquete es una parábola religiosa que enlaza con la historia argentina, tiene una carga política donde se justifica la militancia del autor.
Nuevamente aparecen los hombres robots contra los que se enfrenta Severo Arcángelo, en tanto que los hombres dormidos de la Vida Ordinaria habrán de despertar para convertirse en hombres verdaderos e integrase al accionar colectivo.
“Megafón o la guerra”, su tercera novela, fue publicada en julio de 1970, obra originalísima que podría definirse, según Graciela Maturo, como una epopeya cómica de intensión doctrinaria que despliega la batalla del hombre tanto terrestre como celeste.
En la Rapsodia VI se hace una evocación de la muerte del general Valle y también se recuerda a Eva Perón. En la Rapsodia VIII se plantea la acusación de las fuerzas que organizaban la muerte del líder y la derrota de los pobres.
El peronismo
Cuando se produjo el 17 de octubre de 1945 Marechal estaba cuidando a su mujer en su larga agonía. Se encontraba en su departamento de la calle Rivadavia cuando de repente le llegó un rumor que crecía, luego pudo escuchar con claridad: “Yo te daré/te daré Patria hermosa / Te daré una cosa/ una cosa que empieza con P/ Perón”.
Se vistió apresuradamente y bajó a la calle, sumándose a la multitud que se dirigía a la Plaza de Mayo: “Vi, reconocí, y amé a los miles de rostros que la integraban: no había rencor en ellos, sino la alegría de salir a la visibilidad en reclamo de su líder. Era la Argentina “invisible” que algunos habían anunciado literariamente, sin conocer ni amar sus millones de caras concretas, y que no bien las conocieron les dieron la espalda. Desde aquellas horas me hice peronista”.
Marechal reconocía que no era hombre de acción sino de contemplación y meditación no tenía condiciones de político militante pero decidió con sus hechos y palabras declarar públicamente su adhesión al movimiento, y respaldarlo con su prestigio intelectual que por aquellos años era mucho.
Eso le valió el repudio de los intelectuales que no lo hicieron y que decretaron su “proscripción intelectual”.
Participó activamente en la campaña electoral que llevó a Perón por primera vez a la presidencia. La campaña se realizó con escasos recursos, con carbonilla para escribir en las paredes, con concentraciones populares y algunos espacios en radio para los cuales Marechal escribió unos veinte monólogos humorísticos.
Su segunda función revolucionaria consistió intervenir en cuanto pudo y le pidieron en la formulación teórica del peronismo. “Porque una revolución que no defiende y enseña su doctrina comete un acto de suicidio”, según expresaba Marechal.
El texto pronunciado por Perón en su discurso al cierre del Primer Congreso de Filosofía celebrado en Mendoza en 1949 lleva el sello del pensamiento de Marechal, presentación que luego fue publicada en un libro que se tituló “La Comunidad Organizada”.
Nunca, ni aún en los años más duros ocultó su adhesión política: “Como sistema político económico social, yo diría que el justicialismo es perfecto: se basa en una doctrina de “tercera posición”, ubicada entre un “capitalismo” agonizante y un “socialismo” extremo que lucha todavía, creo que inútilmente, por adaptare al rigor abstracto de las teorías a la contingencias de un mundo real y concreto, y que se desdice y agota en esa lucha estéril. Por el contrario, el “justicialismo”, lejos de fomentar una “lucha de clases” en verdad suicida, trata de armonizar y jerarquizar las “clases” entre sí, para que cada una cumpla la “función” que le es propia en el organismo social, porque cada “clase social” no es un conjunto de hombres agrupados arbitrariamente, sino una función necesaria e inalienable que debe jugar con las otras en armonía y sólo teniendo en cuenta la salud del organismo social”
Y se entusiasmaba al afirmar: “En el caso del “justicialismo, con abstracción de sus muchos aciertos y sus muchos errores, se logró lo más grande que podía conseguirse entonces: el esclarecimiento y puesta en obra de una “conciencia nacional y popular”. Se logró, en suma, convertir una “masa numeral” en un “pueblo esencial”, hecho que tuvo, tiene y tendrá consecuencias muy previsibles. Fácil es advertir que desde 1955, con ausencia del justicialismo, esta nación es ingobernable como no sea por la policía o la “metapolicía”, término que acabo de inventar…”
Pero Marechal siempre estuvo abierto a un espíritu crítico que también aplicaba al Movimiento al que adhería, no eludía señalar errores: “Entre los errores del justicialismo en su primera encarnación, no pocos se redujeron a “exteriorizaciones irritantes” que se debieron y pudieron evitar. Su mayor error a mi juicio, fue el de haber realizado una revolución “a medias”: una revolución debe ser integral, porque, si se hace a medias, en la otra mitad no tocada subsisten anticuerpos que la derrotarán al final. Y lo comprobamos en 1955”
En otro reportaje decía: “El movimiento me ignoró. Y lo justifico, porque estaba sobre todo preocupado por solucionar problemas económicos más perentorios. No creo, desde luego, que se deba hacer eso; una resolución debe solucionar todos los problemas paralelamente. Y se produjo un hecho muy curioso: la intelectualidad argentina, antiperonista en su mayoría, y que me conocía bien, personalmente, me excluyó de su seno. Por otro lado, los peronistas prácticamente ignoraron mi existencia: ponía el acento sobre los aspectos populistas de la cultura”.
Marechal cuestionó que se usara a la orquesta del Colon para tocar tangos o el escenario del Colon para representar el Conventillo de la Paloma.
En tanto el 21 de octubre de 1965 en Confirmado decía: “Soy peronista. El peronismo, que fue cristiano, digan lo que digan, transformó una masa numeral en un pueblo esencial. Hay un vieja y pequeña Argentina, representada por la oligarquía, que se obstina en no terminar de morir. Pero todo mejoramiento social que no se funde en la caridad crística ni puede crear una felicidad trascendente.”
En el mismo número de la revista afirmaba: “A mi me interesa todo movimiento de liberación social. En concreto, como latinoamericano me interesa la liberación de las trabas que nos impone el imperialismo yanqui. Pero la verdadera trascendencia la visualizo como metafísica y sólo viable mediante Cristo”
En 1967 decía en un reportaje realizado por Francisco Urondo: “…yo no era un político; era un adherente y un combatiente. Fui, soy y seré peronista. Me sigo sintiendo peronista. Para mi el justicialismo es la única solución para la Argentina. Incluso los países socialista están encontrando su solución en la tercera posición que siempre alentó el justicialismo”
Cerca de la revolución
Creemos interesante abordar el tema de la ideología política de Marechal en virtud de su adhesión al nacionalismo católico en la década del 30 y comienzos del 40, lo que llevó algunos estudiosos a considerarlo “reaccionario o conservador”, nosotros lejos estamos de coincidir con esto.
Entendemos que Leopoldo Marechal además de tener firmes convicciones políticas y religiosas también era un espíritu abierto que nunca intentó imponer sus ideas a los demás y que siempre estuvo imbuido de un ideal humanista que lo alejó de cualquier forma de extremismo.
Durante su juventud, tal vez por la influencia de su abuelo anarquista y su hogar obrero, se consideró atraído por las ideas socialistas, como vimos de muy joven tuvo una experiencia sindical que concluyó con su temprano despido.
Abordemos ahora un aspecto no tan conocido de su juventud, en 1927 junto a Scalabrini se expidieron en contra de la ejecución de Sacco y Vanzetti, dijo Marechal en un acto: “La condena de Sacco y Vanzetti es, en realidad, monstruosa. Y digo en realidad porque las protestas han sido siempre un campo propicio para la exageración. Esta vez, sin embargo, no se ha exagerado absolutamente nada. El veredicto de Fuller (el gobernador del estado) resulta inconcebible a estas alturas del tiempo, aunque de Norteamérica se puede esperar cualquier cosa, ya que se complace en batir todas las especies de records. No creo necesario precisar todas las razones por las cuales recrimino a Sacco y Vanzetti. Ellas son las de todo el mundo. Basta saber que yo, como todo el mundo, protesto enérgicamente contra esta injusticia inconcebible”.
Cuando integró el grupo de nacionalistas católicos que se denominó Convivio, nunca cayó en posiciones extremas propias del nacionalismo que creía en una Nación que no era más que un decorado porque despreciaba a sus habitantes. Marechal defendió a la Argentina como crisol de nacionalidades y rescató a la gente del interior y a los inmigrantes. Lejos estuvo de cualquier tentación xenófoba o racista.
El 29/1/1967 en El Mundo decía:”El hombre ya ha conocido el mejor libro: La Biblia y continúa padeciendo las consecuencias de los peores, los de cocina. La Humanidad ya tuvo su anticristo Hitler y a su profeta Einstein”
Pero una de las actitudes más impactantes fue su posición con respecto a Cuba a la que viajó en 1966 para ser jurado en un certamen de literatura realizado en La Habana.
Debe señalarse que Marechal estaba muy alejado del marxismo, al que consideraba incompatible con su religiosidad, no obstante, se sintió seducido por la Revolución y así lo expresó.
“Con Elbia fuimos, vimos y dimos testimonio de la hermosa, original y denodada revolución que tiene un líder vivo, Fidel Castro, y un héroe muerto, el Che Guevara”.
En el número del 7/6/1967 de la revista de Francisco Urondo decía sobre Cuba: “He encontrado bastantes puntos de contacto entre el peronismo y la revolución cubana y bastantes parecidos entre los dos líderes: Perón y Fidel dialogan con las masas”
Continuaba diciendo: “…realmente lo que se ha logrado en Cuba es una encarnación del socialismo completamente personal. Me parece que, más que una revolución marxista, la de Cuba es una revolución nacional y popular, como la nuestra, la de Perón; con la diferencia que Fidel ha llevado el socialismo a extremos más rigurosos que Perón. Fidel ha dicho que Latinoamérica tiene que conseguir una segunda independencia; es decir, que después de haber conquistado la independencia política, es necesario alcanzar la independencia económica. En este planteo hay puntos de contacto con el justicialismo; me refiero a los planteos teóricos, no a las realizaciones”
En el contexto de una pregunta sobre los que huían de la isla, Marechal señalaba: “Por otra parte, hay que tener en cuenta que una revolución tiene un objetivo vital, que se ha realizado con pérdidas de vidas, tiene el derecho y el deber de defenderse a si misma, tiene que tomar algunas medidas en el orden de las restricciones, que luego aparecerán como restricciones de la libertad misma. Por ejemplo, que no se pongan a vociferar contra la revolución una cantidad de vagos que no están con la revolución; a los que no están con la revolución se les da la facilidad de salir, cosa que no se hizo nunca en Rusia, entre paréntesis. En ejercicio de esa libertad toda esta gente salió y dejó despoblada la isla de una cantidad de elementos vitales; por ejemplo, muchos profesionales, el cuerpo de profesores, salieron de la isla con absoluta libertad y ha quedado un vacío que están tratando de llenar ahora con doscientos mil becarios universitarios”
Como para que no quedaran dudas sobre su opinión: “Cuba es una isla feliz. Y como es feliz crea en torno a ella un psiquismo colectivo de felicidad que se contagia. Yo, en Cuba, hice una cura de juventud. Todos mis nervios se relajaron y volví completamente relajado”
“En educación hicieron una cosa admirable; la campaña de alfabetización. Cuando Castro tomó el poder había del 70 al 80 por ciento de analfabetos. Cien mil brigadistas, en siete años, han reducido ese porcentaje al 3,5 por ciento. Fidel dijo que había que convertir a Cuba en una escuela y eso es cierto.”
“Y justamente, lo que gravita hoy sobre Cuba es una leyenda negra de fácil invención y de sostenimiento fácil, merced al bloqueo material o intelectual que su poderoso asediador mantiene sobre la isla. Yo viajé a Cuba para romper ese bloqueo y buscar la verdad”.
Marechal fue un consecuente antiimperialista, una vez preguntado sobre los extraterrestres, contestó que mostrar a los extraterrestres como monstruos es propio de los norteamericanos que presentan como monstruos o enemigos a todo aquel que se aparta de su “estilo de vida”.
Final
Como vimos Marechal fue un escritor que hasta 1955 nunca tuvo dificultades para publicar sus libros, lo que es mucho decir en un país como Argentina, además recibió los más importantes galardones que se entregaban en la Argentina para un escritor, recibió el elogio más entusiasta de los diarios y revistas que construyen el prestigio literario, y lo que no es menos importante contaba con la admiración de muchos de sus colegas.
Muy poco de eso se conoce, Leopoldo Marechal pasó a ser un escritor más, en medio de multitud de literatos casi olvidados o muy poco recordados.
Tal vez si hubiera disimulado su ideología algún día la oligarquía podía permitirle su ingreso a algún pedestal, pero como vimos no desaprovechaba oportunidad para recordar las bondades de su movimiento.
Era conciente que cada elogio al peronismo lo alejaba de la posibilidad del reconocimiento de sus compatriotas, pero así como Marechal confiaba en el pueblo, de esa manera los lectores lo rescataron del olvido, allá por 1965.
Hoy necesitamos continuar con la campaña para rescatar a los olvidados, derrumbando las murallas del falso prestigio, del comercio de la “autoayuda” y la “autodenigración nacional” que venden tan bien, de los mercaderes de la literatura que prefieren ocultarnos a los grandes escritores para reemplazarlos por la más descarada frivolidad.
Fuentes :
Palabras con Leopoldo Marechal. Alfredo Andrés . Carlos Perez Editor. 1968
Marechal, el camino de la belleza. Graciela Maturo. Editorial Biblos. 1999